Blog de notas "La escribidora"
Un brainstorming pero a lo apatico.


viernes, agosto 31, 2007  

Estreno blog para Londres. Dudo que me cunda mucho teniendo en cuenta que no voy a estar allí mucho tiempo, pero crear blogs es gratis.

http://noestoyenbloomsbury.blogspot.com/

posted by Laia | | 1:01 p. m.


domingo, agosto 26, 2007  

Recomendación

http://es.youtube.com/watch?v=GoLv5Tn7eFw

¡Y el comendador da miedo de verdad!

posted by Laia | | 6:39 p. m.
 

El paleta, Londres, Huir.

19/08/2007

Mi aguante innato reservado a la familia se ha visto por fin afectado hoy. No se ha notado, pero ha petado. Por la calle, supongo.

El día ya ha empezado despistado, casi me caigo por la calle dos veces y casi choco con una farola. Ya sabía lo que se avecinaba. Una comida con la abuela. Era la puntilla. Y además tenia que comer paella y segundo plato con el desayuno aún en el estómago.

Mi abuela vive en un reducto oscuro y sin luz, y habla a media voz, medio en duermevela, con un rosario en la mano. Asegura que ve gente cada día paseando por la casa y sentándose en el sofá y que una niña con abrigo rojo la mira constantemente. Yo le digo que no es bueno mirar La Lista de Schindler a la hora de la siesta, pero prefiere creer que tiene sensibilidad para estas cosas de los fantasmas. Se lamenta, gime, y llora quedamente porque dice que está sola. Apoya su sillón de terciopelo contra un armario de 200 años de antigüedad con tanta fuerza que algún día las puertas se partirán en dos y acabará dentro de él, rodeada de porcelana de la Cartuja de Sevilla.

Te tortura lentamente contándote dramas. Hay épocas en las que se pasa. Grita, llora.
Hoy tenía uno de sus días inspirados.

Hoy me ha tocado el turno a mí. He tenido que escuchar ese murmullo durante cuatro horas, casi me he dormido un par de veces y casi vomito después de tomar toda esa cantidad de comida con las galletas del desayuno aún en el estómago. No ha servido de mucho, me ha criticado diciendo que no comía nunca nada, que era un desastre. Luego también ha dicho que debería volver a llevar falda ya que con ella estoy tan mona que parezco otra.

Ahí ahí, dando amor.

También le gusta hablar mal de mi pelo. Y de mis estudios. Ha dado a entender que soy inepta o algo así, porque está muy preocupada por el hecho que vaya tan atrasada con mi segunda carrera –la comencé hace un año y tengo una media de excelente pero es que es tan difícil que tu familia esté contenta contigo.

No me habría afectado tanto si mi semana no hubiera sido tanto para olvidar, pero ha sido realmente una tortura psicológica estar allí cuatro horas. Ni siquiera podía disimular mi estado catatónico, solo me faltaba el hilillo de saliva cayéndome de la boca. No podía ni siquiera mantenerme despierta de oír esa cantinela irritante de culpabilidades, soledades y lamentos constantes. Y de vez en cuando me miraba con desdén, porque todo lo que hagas le parece mal, a no ser que seas un hombre, entonces lo haces todo bien.

El caso es que he salido, he recorrido las calles bajo un sol de justicia y me he hartado. Siempre las mismas calles, siempre la misma gente, la mujer intentando meterse en el contenedor de ropa de segunda mano para los pobres con intención de robarla, el tío que casi te escupe en el pie. Es todo tan sórdido y deprimente. Estoy tan harta de todo.

Y ahora un anecdotario de lo que ha sido el trabajo esta semana.

No sabéis lo aburrido que es mi nuevo trabajo –ya no tan nuevo-. No solamente he de oír como me insultan los pacientes porque lo quieren todo al momento, también he de ver como se caen trozos del techo abriéndose boquetes a dos metros de mí y como cae agua a chorro directamente dentro del fax.
El trabajo es infinito, no acaba nunca, y es estresante, y ruidoso, e inacabable porque la mayoría de la gente que viene no esta realmente enferma, solo viene a molestar. Hay polvo por todas partes, se me secan los ojos, se me secan las vías respiratorias hasta hacerme tragar sangre. Me paso el día chutándome agua con sal a presión por la nariz y colirio en los ojos. Cuando llego a casa no puedo casi ni mirar el ordenador, ni mirar películas en la televisión, ni mirar un libro. Nada, tengo que estar con los ojos cerrados durante horas. A veces no se me pasa ni al día siguiente.
El aire acondicionado no funciona, la temperatura ambiente de mi zona de trabajo se eleva hasta los 35 grados centígrados mientras que la calle es el desierto del Kalahari. No hay nadie por las calles, todos están enfermos y haciendo cola delante de mi mostrador o veraneando en Cancún con una oferta para familias numerosas.

Los paletas agujerean el suelo a medio metro de mi, no oigo lo que me dice nadie, estoy momentáneamente sorda, la gente se vuelve irritable e hipocondríaca, los teléfonos no funcionan y cuando lo hacen no puedo oír lo que me dicen por culpa de la taladradora, tengo que ir a otro teléfono, acabo hablando por dos teléfonos a la vez, en uno me esta pegando una bronca una doctora, en la otra un paciente que me está llamando cabrona aunque aún no he logrado entender porque, y me cuelga. En realidad, tanto la doctora como el paciente me cuelgan. El charco de agua está llegando a los aparatos eléctricos, se mojan los papeles, las cajas, todo el suelo está hecho una mierda.

Y eso que es Agosto.

Si es así en un lugar en el que puedes tener cita con tu médico el mismo día y el mismo día puede enviarte a un especialista y visitarte también muy pronto, algunos incluso el mismo día (y todo te sale absolutamente gratis), no puedo ni imaginar que debe pasar en un país donde no exista la sanidad pública –o mejor, ningún tipo de sistema sanitario organizado-. Aquí la mayoría de la gente no quiere ni considerar tener que pagar a un médico privado para que le calme el dolor, prefiere pasarse horas delante de mi mostrador pegándome la bronca y soltando no se que del derecho a la atención sanitaria pública. Lo que no sabe es que todo el mundo tiene ese derecho y el día no tiene 72 horas para atender a todos el mismo día, tanto enfermos como gente que se cree enferma.

Mientras cae el agua a chorro intento hacer tres cosas a la vez, alguien se cuela en la cola, oigo un murmullo que acaba en gritos. Al fin llega un paleta. Cómo de vez en cuando la vida sonríe, viene EL paleta. Joven, agradable, mirada encantadora, conversación interesante –“qué calor ¿eh?”- mocho en una mano… Empieza a barrer el suelo. No se puede tener tanta suerte. ¡Ha venido a barrer mi paleta preferido!

Pero hoy por fin me he cansado. Cuando una mujer buscaba pelea, le he gritado algo –aunque no ha sido muy duro que luego me llaman la atención-.

“Tranquila que no es para tanto señora”.

Y realmente no lo era. Luego se le ha sumado una señora que se quejaba del retraso de su visita.

Cinco minutos.

Llevaba cinco minutos esperando. Inconcebible, que vergüenza, esperar cinco minutos para que la vea un médico, eso no pasa en ningún país civilizado. Entonces se han sumado las dos y me han saltado encima con toda su mala leche de marujonas.

De repente, teléfono.

Me llama mi abuela al trabajo.

Al principio no la oigo. Luego un leve murmullo o lamento. No se que quiere, solo lamentarse de algo, le digo que tengo trabajo. Oigo las marujonas gritonas detrás de mí. Cuelgo y me escabullo a una sala alejada y me aplatano allí, yo y mi bocadillo reseco de salami.

20/08/2007

Lo de la ley de la compensación existe. Dicen que si te pasan cosas que consideras malas, al final te pasará algo bueno. Pues es cierto, la ley de la compensación existe. Hoy tenía que ir a la Seguridad Social a sacarme la tarjeta sanitaria europea y solo he hecho cinco minutos de cola.

Es un milagro.

20/08/2007

(Más tarde)

Cinco minutos más tarde, oigo el teléfono. ¿Quién será? Descuelgo y me dicen que tengo que ir inmediatamente al tanatorio.

Por cierto, la ley de la compensación no existe.

Balsamo: Si no lo cura todo lo cura casi todo. Eso decían los vendedores ambulantes de crecepelo.

http://es.youtube.com/watch?v=XdtXmBZsaM4
http://es.youtube.com/watch?v=p5C4kdANSUw

26/08/2007

Después de todos estos años escribiendo aquí, cualquiera puede pensar que me pasan cosas divertidas. En realidad no. Me pasan cosas muy aburridas. Procuraba sacarle jugo a cualquier estupidez que me pasara, por aquello de divertirme un poco, pero he acabado exprimiendo demasiado la naranja. Ya no puedo sacarle puntos buenos a nada de lo que me pase, es simplemente que todo es demasiado aburrido como para sacarle partido, el tedio es demasiado grande. Por eso mi blog es cada vez más superficial. Lo único a lo que puedo sacarle algo es a lo que me viene de fuera. De mi vida, definitivamente, ya no hay NADA que contar.

Voy a mencionar que parte de culpa la tiene que me he juntado con malas compañías. He llegado a la conclusión que las mejores amistades son las que he hecho con gente que se ha acercado a mi y no al revés. Soy pésima a la hora de escoger amigos, y claro me han dejado literalmente tirada.. A partir de ahora no voy a buscar deliberadamente nuevos amigos, voy a intentar ver quien se acerca a mí y ya está, porque está claro que mi criterio es poco productivo. Recuerdo ahora a ese que se acercó a mí y solo me falto ladrarle.

Laia mala.

Si, me va a reconcomer el resto de mi vida. Se acercó ÉL a mí, ergo él era bueno. Y lo era. Estábamos en el año 2005 y me pidió que le contara cosas de mí. Me pareció tan desconcertante que pensé que era tonto.

¿Querer hablar de mí? Será tonto y no tendrá conversación, o nada de imaginación, o no le gustará pensar, o tendrá amnesia y no recuerda nada de su pasado para contarme, o estará pensando en otras cosas mientras hablo, o quizás lo hace porque tiene algún síndrome raro por el que tiene miedo al silencio y necesita oír a alguien hablar sin parar durante todo el tiempo.

Por desgracia le pilló en medio el fuego cruzado (año 2005, estrés académico y estrés con amigos que chupan becas para comprarse botas de 120 euros) y no le hice nada de caso. En realidad era comprensible, no estaba yo para labores amorosas y de amistad, estaba demasiado ocupada en no caer en una depresión. Por desgracia el chaval no insistió demasiado. En realidad no insistió nada. No le debía gustar mucho.

Intenté pedir becas para irme de aquí y probar algo nuevo fuera, en un lugar menos medieval y provinciano –una persona con mi personalidad NO puede vivir en una ciudad medieval y provinciana, es una tumba para su salud mental-. Obviamente, no cumplía los requisitos, tenia que tener hermanos. Los hermanastros viviendo en otros continentes no cuenta. Puedes ser rematadamente pobre, que si no tienes al menos un hermano te puedes meter la beca por el c…

Si tienes un hermano, entonces puedes disfrutar de la beca, y comprarte botines a 120 euros.

Últimamente mi aburrimiento ha llegado a un extremo insostenible. Paso el día medio dormida, miro mal a los pacientes, hablo sola –aunque a veces mantengo conversaciones brillantes conmigo misma-, como helados compulsivamente, tomo pastillas para el dolor de cabeza como si fueran lacasitos, miro películas estúpidas que no hacen ningún bien a mi salud mental, me imagino creando un cómic sobre un nurag que habla y estudio íbero.. Si, hago mis tablas y escribo allí todas las letras y las silabas con diferentes colores. Luego me entra hambre, me tomo un helado, me siento delante de la tele, me agoto de manera indescriptible mientras miro un documental sobre las rutas de los bebederos de los animales de la tundra y hago zapping hasta encontrar una de esas nuevas series sobre investigación criminal repleta de frases ingeniosas y detectives sexy con minifalda y tacones. Me lo miro porque uno de los secundarios está bueno. Así me invento una vida paralela en la que soy feliz. Para eso necesito soñar despierta prácticamente todo el rato. De vez en cuando bajo al mundo real para documentarme de cosas y así poder volver a mi mundo de amor y fantasía. Ayer echaron La Mosca por la tele. Es la película más asquerosa que se ha inventado nunca nadie pero sale ese entrañable personaje de la barba que me recuerda a los profesores universitarios de Humanidades de los años sesenta y setenta, con su americana de pana y su chaleco de lana. Él me hablaría de las extrañas costumbres sexuales de alguna tribu africana y compartiríamos una colección de postales.

Digo todo esto porque he decidido invertir mis escasos ahorros en un viaje. Lo hago para hacer que mi cuerpo y mi mente vayan a la par, ya que parece que mi cuerpo está de vacaciones mientras que mi mente se ha montado una vida propia que no tiene nada que ver con la realidad. Para despejarme he decidido irme a Londres. Me voy a ir a Londres. Voy a visitar Londres. Voy a VIVIR en Londres. Nada de hoteles caros o familias o residencias o albergues juveniles en las afueras. Viviré en un apartamento. Sola. Con mi baño, mi cocina convenientemente desinfectada con lejía y mi cama. Y mi llave. Voy a vivir en una zona céntrica. Voy a hacerme yo misma las comidas y las cenas en mi cocinita. Voy a ir al teatro. Voy a dejar un rastro de babas en el British Museum. Voy a comprarme una tacita de té con flores. Voy a ir a ver el cambio de guardia. Me voy a meter en los pubs aunque odie la cerveza. Y luego dicen que el dinero no da la felicidad.

posted by Laia | | 6:39 p. m.
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Ronan Vibert, jarl