Blog de notas "La escribidora"
Un brainstorming pero a lo apatico.


jueves, abril 26, 2007  

Después de una larga, aparatosa y sufridora relación, he decidido romper con mi compañero de viaje.

Cuando el retraso de un tren supera las tres horas sabes que algo no va bien en nuestros trenes, sobretodo si el recorrido entre el punto A y el punto B es como máximo de una hora y media.

Una se pregunta que demonios debe estar haciendo el tren en la vía para tardar el doble.

Yo siempre he confiado en los perdedores, y me obceco. Tengo una fe inquebrantable, y por alguna razón extraña, siempre he confiado en la puntualidad de los trenes de este país, a pesar de que ellos, por desgracia, no paran de demostrarme lo contrario. Es más, parece que se regodeen de su impuntualidad. Tres horas de retraso no son fáciles de conseguir.

Cuantas anécdotas podría contar yo de la impuntualidad de los trenes, y cuan inútil es confiar en poder pillar un enlace después de subirse a uno.
Como me ha pasado a mi, que yo tenía que estar a las diez en la universidad de otra ciudad, y obviamente, aposté por lo más arriesgado, el tren.

He estado tanto rato mirando al panel que tenía situado a mi derecha que casi me he mareado –sueño, hambre, cabreo-. Es todo un proceso. El tren que debía llegar a las seis de la mañana no ha llegado todavía, y ya hace dos horas de eso. Se acerca cruelmente la hora de llegada del mío y aún no han puesto la vía. Una sensación de déjà vu me embarga, pero pienso

No, hoy no, que tengo una cita en una universidad a las diez de la mañana y tengo como tope las once, no puedes retrasarte, mira que yo siempre he confiado en ti

Tanta es mi fe que he pensado “si solo tarda veinte minutos –porque 20 minutos de retraso no es nada, a eso se nos ha acostumbrado- a lo mejor puede recuperar terreno más adelante."

Por desgracia el amor es y ha sido siempre no correspondido, y por mucho que yo ame a los trenes españoles, ellos sienten por mí la más absoluta indiferencia, profundo desdén incluso. Por eso hoy, cuando los veinte minutos se habían convertido en la primera hora de retraso, he decidido que los trenes nunca me van a querer, por lo menos en este país –los de los otros países me suelen querer mucho más, quizás porque nuestra relación no ha sido tan larga, que también podría ser-.

Al final parece ser que el tren de las seis de la mañana va a llegar a las nueve y media –más o menos- pero mi tren sigue sin aparecer, y su supuesta hora de llegada parpadea marcando una hora que ha pasado hace veinte minutos.

A estas horas debe estar llegando a la estación –con suerte- el tren de las seis de la mañana. Parece una exageración, pero es totalmente cierto.

Decido rendirme y reclamar que me devuelvan el dinero, y sin mirar atrás he salido de la estación. Creo que los autobuses son mejores tipos.

posted by Laia | | 9:36 a. m.
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